lunes, 26 de enero de 2009

Evasión

Afortunados los que pueden saborear su soledad, los que son capaces de sacar provecho y paz.

El parque cada vez le parecía más pequeño. Conocía cada árbol, cada flor, la manera en la que los troncos se teñían de rojo cobrizo cuando los últimos destellos del día reflejaban en ellos. 

Él mismo no sabía por qué lo recorría a diario, quizás porque nunca le fallaba, siempre estaba ahí para él, desinteresado, sincero. 

Las últimas noches habían sido duras, su cabeza era un torbellino de sentimientos y emociones que jugaban con sus recuerdos. Eso no es bueno para nadie. Por momentos, perdía el control de su mente, abandonando por completo lógica y razón. Se veía envuelto en una especie de cruel ensoñación que le robaba las horas, en ocasiones demasiadas.

Aquel día necesitaba su paseo más que nunca, estaba nervioso, la ansiedad recorría su cuerpo como un escalofrío. Necesitaba contarle al parque lo que a nadie más podía, que fuera testigo de sus sentimientos más profundos. No hay mayor peso que el de la propia culpa, y él hacía demasiado tiempo que se sentía culpable.  

Se dejó caer sobre la seca hierba, mirando el cielo despejado, preguntándose por qué lo veía nublado. No funcionaba, el parque no escuchaba más, esquivo, no era cómplice más. 

Cerró los ojos, deseaba dormir, dormir para siempre y no despertar hasta que ella le quisiera rescatar.

Desde entonces sueña, ausente hora tras hora, aguardando paciente, evadiendo una noche más la realidad. 

3 comentarios:

El Azote dijo...

¿Por qué el parque dejó de escucharle? No se si son afortunados, pero hay un dicho que dice "Que bonita es la soledad, cuando se está bien acompañado" y creo que es totalmente cierto. Si lo piensas, no se que puede haber más jodido que sentir que estás completamente solo, incluso estando rodeado de gente.


En otro orden de cosas, hoy he leido una frase de Obama: "Es el colmo de la irresponsabilidad. Es vergonzoso" refiriendose a la pasta que se han embolsado los altos ejecutivos de Wall Street. Desde luego, no se puede decir que no le eche cojones el tío.

.jp. dijo...

En realidad el parque nunca le escuchó, lo descubrío ese día, lo único que obtenía de él era que no le juzgaba, podía ser él mismo y desconectar de todo. Ese día se dió cuenta de que no era suficiente, ya no le proporcionaba la paz que antes le daba, y entonces cerró los ojos.

natural dijo...

Solo unas palabras al paseante pensativo... hay muchos parques, y la esperanza es siempre verde e infinita: si este parque se te queda pequeño, ya no te escucha, la hierba está seca y marron, los árboles cobrizos y el cielo nublado... es hora de cambiar. Buen viaje...